Medea



Mientras afuera, entre gemidos
las conjeturas más variadas
martillaban el corazón de las mujeres del pueblo,
ella miraba sus manos
y en silencio
leía la escritura indeleble.

Por la ventana entró el murmullo
de los niños de ojos claros,
entró en su pecho envejecido
y lo armó de fuerza más dura que una coraza.

Así se abalanzó hacia las puertas
con el cuchillo de suave lengua.

Entonces comenzó lo que todos saben.

Susana Thénon en La morada imposible, Ediciones Corregidor, 2001.

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